lunes, 12 de mayo de 2008

DE REBELIÓN HOY.


Allan McDonald - www.allanmcdonald.com

12-05-2008
Un aniversario
¡Ay, 68!

Joseba Macías
Gara/Rebelión


Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que la impugnación permanente del orden establecido adquiría la categoría de tendencia universal. En todo el planeta, de norte a sur y de este a oeste, la estética de la protesta y de la rebelión como actitud vital llenaba las calles de una nueva cultura, plural, heterogénea, diversa que, pese a sus distancias y contextos, tenía muchos puntos convergentes. El más importante, quizá, el intento de acabar con el encorsetamiento de un “viejo régimen” (capitalista, colonial o pseudosocialista) que basaba su estructuración en un juego de dicotomías aparentemente complementarias: gobernantes-gobernados; padres-hijos; personas con estudios-personas sin formación; hombres-mujeres; señores de la metrópoli-nativos de las colonias; empresarios eficaces-obreros irresponsables… La respuesta fue global. Matizada, propia, adecuada a cada realidad. Pero universal. ¿Existía acaso tanta diferencia entre las peticiones de los jóvenes afroamericanos salvajemente reprimidos por el ejército en las calles de Estados Unidos o los estudiantes checoslovacos que reclamaban un socialismo propio y en libertad frente a los tanques soviéticos? ¿No se pueden establecer multitud de puntos en común entre la resistencia palestina a la ocupación sionista después de la Guerra de los Seis Días y la lucha a tiempo completo del pueblo vietnamita contra la brutal invasión norteamericana? ¿No eran idénticas las balas que disparaban, por ejemplo, la policía mexicana, uruguaya o brasileña a las utilizadas por sus “compañeros de armas” en Berlín, Roma o Tokio? El derecho a ser libre, como tantos otros derechos, no tiene fronteras. Pero la teorización necesita de la conciencia. No suele ser un territorio común en la historia de la humanidad. No ocurre a menudo, es cuestión de una particular confluencia de astros en el siempre contradictorio universo social. Ocurrió, por ejemplo, en 1968 digan lo que digan. Algo así como una, en palabras de Jean-Paul Sartre, expansión del campo de lo posible. Quizá por eso hoy, cuarenta años después, seguimos evocando un tiempo colectivo, anónimo, lleno de imágenes e iconos simbólicos cuya banda sonora, como las buenas composiciones corales, tiene un final abierto siempre por escribir.


1.5 Los Fantasmas del 68 son Mexicanos.

Lo ha escrito Paco Ignacio Taibo II en su magistral homenaje literario titulado

“68” (Traficantes de Sueños, Madrid 2006): “También hay días que me veo a mí mismo y no me reconozco. Son tiempos malos, en que la noche se prolonga del día lluvioso, el sueño no llega y peleo inútilmente con el teclado de la computadora. Y entonces descubro que parecemos condenados a se fantasmas del 68”. Una sensación compartida por muchos mexicanos conscientes de que cuarenta años no es nada. Porque aquel agosto preolímpico en las calles y plazas del Distrito Federal marca demasiado todavía el presente de una sociedad incapaz de asimilar su historia, se llame ésta Revolución o Plaza de las Tres Culturas. Lo expresa como nadie la voz popular: “Pobrecito México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”…

En los años sesenta del pasado siglo la enseñanza superior del país centroamericano se centra fundamentalmente en la Universidad Nacional Autónoma (UNAM), centro neurálgico de los núcleos de pensamiento sustentados en una clase media boyante desde el despegue económico de principios de la década. La reforma y adecuación de los estudios superiores estarán, una vez más, en la base de unas protestas que ya habían comenzado en distintos centros académicos de la República mucho tiempo atrás. Además, como en otras geografías, las demandas políticas y el ansia de superar y transformar una sociedad esclerotizada vuelven a ocupar un lugar central en el universo juvenil. En febrero de 1968 se inicia en la capital del país la “Marcha de la Libertad”, organizada por la Central Nacional de Estudiantes Democráticos, una forma de denuncia que trata de neutralizar la fuerte represión policial y militar. El contexto regional es también fundamental para la toma de conciencia: la intensa actividad guerrillera en pleno desarrollo de la cultura del “foco revolucionario”, la defensa de una Revolución Cubana siempre y necesariamente en alerta, la muerte del Ché en Bolivia, la actividad de la CIA en el continente, el poder expoliador de las multinacionales norteamericanas…

El lunes 22 de julio se enfrentan los estudiantes de dos institutos de la capital. Los hechos son confusos. Diversas voces señalan que el conflicto surge por el choque de bandas rivales, una triste realidad en la vida de la metrópoli. La policía irrumpe disparando fuego real. El ambiente de permanente agresión y criminalización motiva una convocatoria de marcha para el viernes por parte de la Federación Nacional de estudiantes Técnicos (controlada mayoritariamente por el gubernamental PRI); ese mismo día las Juventudes Comunistas han organizado un acto para celebrar el asalto al cuartel Moncada, símbolo del inicio de la Revolución cubana. Los dos colectivos, pese a sus discrepancias ideológicas, marchan juntos hasta la aparición de la policía que dispersa las concentraciones y da paso a violentos enfrentamientos. Esa misma noche efectivos del estado irrumpen en la sede del Partido Comunista y cierran su órgano de expresión, “La voz de México”. Se producen diversas detenciones. El ambiente de tensión crece. La respuesta en las calles también. Los estudiantes universitarios plantean una tabla de reivindicaciones: destitución de los mandos policiales, desaparición de los granaderos (cuerpo especial del Ejército encargado del mantenimiento del orden publico), respeto a la autonomía universitaria, libertad para los presos políticos, fin de la represión y derogación de los delitos considerados por el código penal como de “disolución social”…

El martes 30 de julio el Ejército pasa directamente al primer plano. Al mando del general Hernández Toledo se lanzan bazookas contra la Escuela Preparatoria de San Ildefonso mientras jeeps y tanques ligeros toman los aledaños de la Universidad. Son hechos prisioneros centenares de profesores y alumnos. La solidaridad se extiende inmediatamente entre los centros estudiantiles de Puebla, Guadalajara, Monterrey, Mérida… El 1 y el 5 de agosto dos enormes manifestaciones recorren la ciudad. El por entonces secretario de Gobernación y dos años después presidente del país, Luis Echeverría, elabora un informe gubernamental en el que habla de un “secreto proyecto subversivo” para impedir la celebración de los Juegos Olímpicos. La represión continúa. A media tarde del martes 18 la policía desconecta los teléfonos de la UNAM y ocupa la Ciudad Universitaria deteniendo en el momento a 500 estudiantes. Ese mismo día, triste presagio, muere en la capital León Felipe, el poeta español exiliado desde la Guerra Civil siempre comprometido con la justicia social y un defensor absoluto de las reivindicaciones de los jóvenes mexicanos. Las calles del Distrito Federal son, de nuevo, una verdadera batalla campal. Hay numerosos muertos y heridos. El 30 de septiembre las fuerzas armadas abandonan la UNAM. Las asambleas estudiantiles deciden no volver a las aulas hasta que sean atendidas todas sus peticiones y convocan un gran acto público para la tarde del miércoles 2 de octubre en la Plaza de Tlatelolco, también conocida como de las Tres Culturas.

A las 17,30 horas una gran multitud acude a la convocatoria. Junto a los jóvenes caminan trabajadores, padres y madres con sus hijos pequeños… Desde media tarde el batallón Olimpia, preparado para la protección de los Juegos, toma posiciones. A las 18,10 y con la explanada de la plaza ocupada por los que han acudido a escuchar a los oradores estudiantiles, los helicópteros de forma totalmente inesperada lanzan bengalas rojas y verdes comenzando un intenso tiroteo de fuego real. Varios miles de personas son blanco directo de los disparos mientras, presas de pánico, comienzan a correr sin un destino fijo. Las versiones oficiales, ampliamente difundidas en la prensa, radio y televisión, hablarán de la necesidad de repeler el ataque de unos francotiradores que nadie llegará a ver nunca. Esa noche el subjefe de policía ordena a sus hombres el control riguroso de los hospitales… Hoy, cuarenta años después, no existe un balance real de víctimas. Los rotativos mexicanos hablarán de un centenar de muertos y miles de prisioneros en cárceles militares. El corresponsal del diario británico “The Guardian” cifra en una crónica de urgencia en más de trescientos los cadáveres contabilizados… Miles de periodistas llegados de todo el mundo para seguir el evento deportivo observan horrorizados los hechos pero son conminados a guardar silencio o a minimizar lo ocurrido. Es inútil. Los muros de Tlatelolco tienen los poros llenos de sangre. Tlatelolco entero sigue respirando sangre mientras los fantasmas del 68 continúan recorriendo México.Leer todo...